La palabra se comprime en ciertas eras. La experiencia muestra que también ha sabido inflarse, entrar en un estado de hematóma, desproporcionado y grotesco, précisamente porque ha sufrido la violencia que es reducción. Hay algo engañoso en la construcción mínima pues como todo lo vivo, el lenguaje se transforma. El efecto es estetizante, perseguimos no lo préciso sino lo frágil, el balance de lo precario. Sentirnos mejor de al menos por un segundo acercarnos a lo inefable -sin admitir que en nuestra pereza fabricamos nuestro conforme mutismo ante lo que es, de otro modo, decible-. Pero hay mucho de literatura en el aforismo y como objeto de análisis es legítimo.
Criticar no es elucidar la verdad, es preguntarse por que lo cierto sería deseable.
No hay que buscar la velocidad en lo breve, una reflexión filosófica suele presentarse por medio de maximas précisamente porque el discurso filosófico que acompaña la conclusión se reconoce de cierta fangosidad. Tratamos de anular la lodosa lentitud de nuestro pensamiento por un formato menos extenso. Sería interesante explorar en nuestro concepto esta coincidencia entre lo principalmente inerte y lo compacto, tal vez esto explicaría, por ejemplo, la utilización reiterada de las enciclopedias virtuales cuyos formatos tratan de hacerse más concretos a sabiendas que más y más artículos serán necesarios para tratar a fondo más o menos cualquier cuestión. En nuestro culto a lo inmediato tenemos cierta fascinación con lo inamovible y nos gustaría controlarlo de un solo gesto. Sin embargo al interrogar la enciclopedia nuestra pregunta no es sobre la búsqueda de una nueva verdad ni sobre el deseo o la crítica hacia nuestra búsqueda de conocimiento, nos hallamos en lo propio a las máquinas, a la trituración de información en datos meramente computables. La verdad ha muerto.
Por supuesto, en cierto modo la verdad ya estaba muerta o más précisamente, nuestro esfuerzo en narrativizarla y darle algún semblante de vida siempre ha tenido inclinaciones dialécticas. Lo narrativo puede ser visto como la contraparte combinatoria de la descripción, una presentación que admite un giro caótico en el universo de las formas predefinidas e inescapables de la realidad. Si a cada novela sicológica se le antepone un extenso análisis puramente descriptivo del temperamento de sus personajes, podremos entender la ejecución novelística como un experimento: la puesta en escena práctica de circunstancias que marcan por la acción una descripción más minusciosa, más metodológicamente científica. No nos sorprende notar que la novela siempre ha tenido un lado científico, incluso en lo que se llama novela fantástica no hace sino reproducir la tarea del positivismo ante las rarezas aún desconocidas que nos impone el universo. Si creemos en verdades absolutas y en novelas monumento, debemos reconocer también que uno debe estar dotado de un conformismo inherente para reducir ambas cosas a datos. La falta de crítica no es un exceso ni una carencia de verdad, sino la ignorancia voluntaria de la forma de ficción, de lo que en el arte puede llamarse un juicio estético. Si no hay razones en la realidad ¿por qué las habría en la fantasía? Toda la maquinaria estaría por que sí.
La ausencia de crítica es desentenderse del azar.
El fragmento no es una concesión a nuestros menoscabos ni una debilidad ante lo invariable. Si nos adherimos a dicha reflexión podemos descartar de antemano la mayoría del cine, pues los formatos de cine extensos son casi inexistentes. En lo corto logramos desamorzar la oposición escolar entre narrativa y descripción, lo que presenta un potencial particular para desdibujar nuestro prejuicio entre crítica o verdad, o simplemente entre los tipos de verdad que serían de “la vida” y del “pensamiento”, o si se quiere, del sentir.
Ahora, respecto al sentir otros formatos como el melodrama nos han mostrado que en la duración comienzan a…